lunes, 10 de mayo de 2010


INTELIGENCIA EMOCIONAL Y EDUCACIÓN

El crisol familiar

La vida familiar es la primera escuela de aprendizaje emocional; es donde aprendemos a ser nosotros mismos y en donde aprendemos la forma en la que los demás reaccionan ante nuestros sentimientos, ahí es también donde aprendemos a pensar en nuestros sentimientos, en nuestras posibilidades de respuesta y en la forma de interpretar y expresar nuestras esperanzas y nuestros temores.

Un equipo de investigación de la universidad de Washitong, llevó a cabo un microanálisis de la forma en que los padres manejaban las interacciones con sus hijos y se demostró que los tres estilos de parentesco emocionalmente más inadecuados eras los siguientes:

  • Ignorar completamente los sentimientos de sus hijos: Este tipo de padres considera que los problemas emocionales de sus hijos no merecen atención, que son algo que ya pasará. Tampoco les enseñan la forma de aumentar su competencia emocional.

  • El estilo Laissez-Faire (dejar hacer): Estos padres se dan cuenta de los sentimientos de sus hijos, pero se equivocan en la forma de gestionarlos, ya que creen que lo importante es hacer desaparecer el problema emocional y no dan importancia a la forma como hacerlo. En este tipo de padres suele aparecer el castigo físico, el engaño o el soborno.

  • Menospreciar y no respetar los sentimientos del niño: Este tipo de padres acostumbran a desaprobarlo todo y son duros en el castigo. En muchos casos este tipo de padres pueden llegar a prohibir cualquier manifestación emocional del niño, sobretodo ante emociones negativas como la irritabilidad.

Para que los padres puedan ser receptores adecuados, deben tener una mínima comprensión de los rudimentos de la inteligencia emocional. Si tenemos en cuenta que una de las lecciones principales es aprender a diferenciar entre los sentimientos, no nos resultará difícil entender que un padre que se halle completamente desconectado de sus propia tristeza mal podrá ayudar a su hijo a comprender la diferencia que existen entre el desconsuelo que acompaña a una pérdida, la pena que nos produce una película triste y el sufrimiento que nos embarga cuando algo le ocurre a una persona cercana a nosotros.

El aprendizaje de la empatía comienza en la temprana infancia y requiere que los padres presten atención a los sentimientos de su bebé. Auque algunas habilidades emocionales terminen de establecerse en las relaciones con los amigos, los padres emocionalmente diestros pueden hacer mucho para que sus hijos asimiles los elementos fundamentales de la inteligencia emocional : aprender a reconocer, canalizar y dominar sus propios sentimientos y empalizar y manejar los sentimientos que aparecen en sus relaciones con los demás.

Los hijos de los padres emocionalmente diestros se relacionan mejor, experimentan menos tensiones en la relación con sus padres y también se muestras más afectivos con ellos. Pero además, estos niños también canalizan mejor sus emociones, saben calmarse más adecuadamente a si mismos y sufren menos altibajos emocionales que los demás.

Otra de las ventajas de este tipo de progenitores son de tipo social, ya que estos niños son más populares, son más queridos por sus compañeros y sus maestros suelen considerarles como socialmente más dotados. Sus padres y profesores también suelen coincidir que tienen menos problemas de conducta, también existen beneficios cognitivos, ya que estos niños son más atentos y suelen tener un mejor rendimiento escolar. A igualdad de CI, las puntuaciones en matemáticas y lenguaje al alcanzar el tercer curso de los hijos de padres que habían sido mejores perceptores emocionales, eran más elevadas.

Des de la psicología de la instrucción es importante detectar el estilo de los padres para poder ver donde radica el problema del niño, si viene del entorno familiar o si se ha engendrado en el mundo escolar.

Un informe del Nacional Center For Clinical Infant Programs afirma que el éxito escolar no tiene tanto que ver con las acciones del niño o con el desarrollo precoz de su capacidad lectora, como con factores emocionales o sociales. Según este mismo informe, la mayor parte de los alumnos que presentan un bajo rendimiento escolar carecen de uno o varios de los fundamentos esenciales de la inteligencia emocional, sin contar con la muy probable presencia de dificultades cognitivas que obstaculizan su aprendizaje. Así, podemos concluir que el rendimiento escolar del niño depende de “aprendrer a aprender”. Esta capacidad la podemos desglosar en siete puntos clave que son necesarios para poderla desarrollar. Estos puntos, que se describen a continuación, están estrechamente relacionados com la inteligencia emocional:

  • Confianza: sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo. Incluye las probabilidades de éxito que uno se atribuye. El maestro tiene que saber transmitir esta confianza al alumno.
  • Curiosidad: La sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.
  • Intencionalidad: Capacidad de desear alguna cosa y actuar para conseguirla. Tambíen incluye la capacidad de sentirse competente.
  • Autocontrol: La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada a su edad, la sensación de control interno.
  • Relación: La capacidad de relacionarse con los demás, una capacidad que se basa en el hecho de comprenderles y de ser comprendido por ellos.
  • Capacidad para comunicar: El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás y el placer de relacionarse con ellos
  • Cooperación: La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales. Ayudar y ser aydado.

Estos puntos clave tienen gran relevancia dentro del entorno escolar. El maestro y el psicóloga de la educación tienen que tenerlos presentes a la hora de trabajar con los alumnos. Hay que pensar que estos puntos se encuentran implícitos en todas las actividades escolares y hay que potenciarlos para tener una vida emocional más competente.

Los padres también tienen un papel fundamental. Deben de saber que en muchas ocasiones el comportamiento de sus hijos no es algo asilado de su conducta con ellos y del ambiente familiar en el que crecen. Los niños desde pequeños, aprenden lecciones emocionales importanttes que activan su sensación de seguridad, su sensación de eficacia y su grado de dependencia, denominado por Ericsson como “confianza básica”.

Tal y como resulta importante que el niño desarrolle una equilibrada inteligencia emocional es también importante que el maestro y en todo caso la familia desarrollen esta inteligencia y sean conscientes del trabajo personal que tienen que hacer para poder desarrollar la tarea de la forma más eficaz.

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